Desde hace unos años, vemos como en nuestro país existe un mayor interés científico (lo podemos encontrar en distintas publicaciones especializadas) por la aplicación de la meditación de la atención plena o "mindfulness" en el tratamiento de diferentes trastornos psicológicos: desde trastornos de estado de ánimo como la depresión hasta los trastornos de la personalidad. Asimismo, ha aumentado el número de profesionales que se entrenan en esta materia y llevan a la práctica clínica con sus pacientes este nuevo enfoque que, complementa, la intervención integral.
En
la actualidad, sabemos de forma demostrada que la efectividad de una
psicoterapia está más influenciada por la relación que
terapeuta-paciente establecen que el propio tipo de intervención que
un terapeuta emplea (Lambert y Ogles, 2004)
Básicamente, el mindfulness como refiere el profesor Vicente Simon,
se refiere a dos cuestiones: por un lado, se refiere a prestar
atención a lo que estamos haciendo, pero se refiere también a
recordarnos prestar atención a lo que tenemos que estar haciendo si
hemos dejado de hacerlo. Con frecuencia, estas dos funciones se
traducen como atender y darse cuenta. Mindfulness es una
capacidad de las personas, por tanto universal y básica, nos abre la
posibilidad real de ser plenamente conscientes de los contenidos de
la mente en el momento presente. Esta práctica de la autoconciencia,
nos acerca a la identificación de los distintos estados emocionales,
pensamientos, acciones y, por tanto, a una mejor gestión emocional.
El primer efecto de la práctica de mindfulness es el
desarrollo de la capacidad de concentración de la mente. El aumento
de la concentración trae consigo la serenidad. Y el cultivo de la
serenidad nos conduce a un aumento de la comprensión de la realidad
(tanto externa como interna) y nos aproxima a percibir la realidad
tal como es.
En
la práctica del mindfulness se entrenan tres habilidades claves: (1)
concentración, para calmar la mente, (2) atención plena,
o conciencia equilibrada y abierta para enfrentarse a los retos
emocionales con ecuanimidad, y (3)compasión. La
Auto-compasión tiene particular importancia cuando estamos
experimentando dolor emocional intenso o crónico, y la
auto-compasión es la base para la compasión hacia los demás. La
auto-compasión es la actitud emocional de la atención plena.
Kristin Neff afirma que consta de (1) auto-amabilidad, (2) un sentido
de la humanidad común ("Soy sólo humano."), y (3) la
atención plena (“la conciencia, de la experiencia en el presente,
con la aceptación”). Esto es completamente opuesto a como
reaccionamos instintivamente cuando nos enfrentamos al sufrimiento,
al fracaso, o a los sentimientos de incompetencia. Cuando nos
sobrecogen unas emociones fuertes y negativas, no sólo resistimos o
evitamos sentirlas, sino nos rechazamos a nosotros mismos. La
auto-compasión es el arte de tratarnos con amabilidad y de manera
intencional cuando estamos sufriendo emocionalmente.
(María
José Ferri-Psicóloga ARAE)
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