Desde
nuestra infancia, nos han enseñado a manejarnos con nuestras
emociones positivas de una forma más natural y tolerante que con las
consideradas como negativas, por lo que este aprendizaje nos
dificulta el conocer y gestionar ciertas emociones con las que no nos
sentimos tan cómodos.
Llegamos
al mundo siendo puramente emoción y necesitados de una guía, un
aprendizaje para gestionar todo ese sentir y poder entenderlo, pero
por el camino nos encontramos con que ciertas emociones son peor
aceptadas que otras, incluso censuradas, por lo que acabamos no
sabiendo manejarlas o desconectando de ellas ya que no son del agrado
del otro. Esto nos convierte en lo que se ha catalogado como
“analfabetos emocionales” puesto que gran parte de nuestro mundo
emocional, es puro desconocimiento para nosotros. Por lo que no solo
hallaremos dificultad para saber cómo nos encontramos, sino también
para entender cómo se siente el de al lado.
Es
importante comprender que toda emoción “negativa” tiene su
aspecto positivo, únicamente se vuelven negativas cuando son
reprimidas. La ira por ejemplo, te lleva a defender tu territorio, lo
que es justo; la tristeza te ayuda a conectar contigo, a tomar tu
control interno. Pero es cuando estas emociones no son expresadas
cuando se vuelven perjudiciales, cuando no expresamos la tristeza y
nos envolvemos en ella o cuando pasamos de la ira a la irritación,
al resentimiento, volviéndose estas emociones en nuestra contra y
dando lugar en muchas ocasiones a la enfermedad mental o física, ya
que muchas enfermedades provienen de emociones que no han sido
expresadas o directamente, no procesadas.
Una
parte fundamental es darnos cuenta de que nuestros sentimientos son
nuestros, ya que si muchos no son ni procesados es difícil
reconocerlos y hacernos cargo de lo que sentimos. Si somos
conscientes y nos responsabilizamos de lo que sentimos, evitaremos
proyectar nuestros sentimientos en los demás. Así nos hacemos cargo
de nosotros, de lo que nos pasa, la relación con nosotros mismos,
con los demás y con nuestro entorno mejorará sensiblemente.
No es un trabajo fácil, pero parte de la idea de poder aceptar lo
que sentimos, comprendiendo que es lo que tenemos en este momento
para ofrecer y dejando el juicio y la exigencia a un lado.
Las
emociones son lo que nos mueve a la acción, de ahí la importancia
de conocerlas e identificarlas, ya que son las que van marcando
nuestro camino. Y es muy diferente ir a lomos de un caballo
desconocido, que no dominamos y que se puede desbocar en cualquier
momento, que de uno que conocemos, comprendemos y por lo tanto,
controlamos.
Paula
Ramírez Sánchez
Psicóloga
0 comentaris:
Publicar un comentario
No serán publicados aquellos comentarios que resulten ofensivos.