"SE
CAZAN MÁS MOSCAS CON MIEL QUE CON VINAGRE"
Los problemas de conducta
en la población infanto-juvenil son inherentes a su desarrollo y
acompañan a su crecimiento, principalmente en las fases y momentos
en que deben de asimilar y adaptarse a las nuevas normas sociales y/o
de comportamiento que imperan en cada momento y lugar, como pueda
serlo el hogar o la escuela. Dentro de este tipo de problema nos
podemos encontrar con conductas de tipo desafiante hacia las normas
establecidas y hacia las figuras de autoridad, desobediencia,
problemas en el entorno escolar, conductas agresivas....
Si bien la existencia de
ciertos problemas de comportamiento son como hemos dicho un hecho
bastante frecuente e incluso cotidiano, no por ello deja de ser un
aspecto importante a tener en cuenta a la hora de educar a nuestros
hijos, siendo, hoy en día uno de los problemas que más preocupan a
los padres y sobre el que es imprescindible la actuación. No podemos
olvidar que en los últimos años han aumentado considerablemente
tanto las conductas desafiantes, sobre todo en la adolescencia, como
las conductas delictivas y el empleo de la violencia por parte de
nuestros jóvenes.
Por otro lado, uno de los
principales factores que más influencia tiene en la aparición de
este tipo de actitudes, además de otros como la exposición a
modelos de conducta inadecuados (compañeros de escuela,
televisión...) es la socialización recibida en el propio ámbito
familiar, y es aquí dónde, como padres, tenemos la oportunidad y el
deber de intervenir para abordar adecuadamente este tipo de conductas
cuanto antes y evitar su derivación en un problema de mayor
gravedad. En este mismo sentido, ha quedado demostrado en diferentes
estudios como el estilo educativo democrático es el que se
corresponde con menores problemas de conducta en el niño y
adolescente y también con un mayor nivel de competencia social. Las
características principales de este tipo de estilo educativo son un
alto nivel de exigencia acompañado de un comportamiento altamente
receptivo hacia nuestros hijos, compagina altas demandas hacia el
comportamiento de los niños/adolescentes, al mismo tiempo que se les
dota de autonomía, todo ello mediante una relación afectiva en la
que la expresión de las emociones y los sentimientos es una pieza
fundamental. Así, las pautas de crianza de este tipo de estilo
educativo podrían ser:
- Establecimiento de normas claras y precisas.
- Normas adecuadas al momento evolutivo de nuestros hijos y adaptadas a sus posibilidades.
- Establecimiento de posibles sanciones y/o consecuencias derivadas del incumplimiento de las normas, que el niño conoce de antemano, sabe a lo que se enfrenta en el caso de incumplirlas.
- Firmeza tanto a la hora de hacer cumplir las reglas como imponer sanciones/castigos.
- Empleo en mayor medida del reforzamiento positivo ante las buenas conductas que del castigo hacia las inadecuadas.
- Diálogo abierto con los hijos, a los que se les explica el porque de estas normas y se les deja participar en el proceso.
- Comunicación asertiva con los hijos y fomenta el diálogo constante.
- Se da una enorme importancia al afecto y demuestran constantemente el cariño a sus hijos.
- Se permite al niño participar de su educación como un elemento activo de la misma y no únicamente un receptáculo de normas y obligaciones.
Teniendo en cuenta el
estilo anterior, y en el caso de que nuestro hijo/a presente
problemas de conducta, una posible intervención por parte de los
padres, enmarcaría las siguientes actividades:
a) Establecimiento de
límites claros y precisos.
Los límites deben ser
siempre perfectamente entendibles por parte de nuestros hijos, siendo
expresados de manera clara y en términos adecuados que permitan
establecer claramente cuando se cumplen y cuando no. Así, sería más
correcto emplear una norma como "tienes que estudiar cada día
al menos una hora" en lugar de "debes estudiar más",
pues el cumplimiento adecuado de la segunda no queda del todo claro,
y fácilmente interpretable de manera muy diferente.
b)Reforzamiento
positivo.
Hemos de tener en cuenta
que la mejor manera de convencer a un adolescente de que abandone la
realización de conductas inadecuadas no es el castigo y la
reprimenda, sino motivarle a realizar el cambio, para lo cual hemos
de recompensarle por la puesta en marcha de otro tipo de actuaciones
mas adecuadas e incompatibles con la realización de la conducta
problema. De este modo, el adolescente se sentirá motivado y vivirá
el cambio de una manera positiva, implicándose activamente en el
proceso.
Para ello, hay que
reforzar a nuestro hijo tras la realización de la conducta que
esperamos de él y sin hacer referencia a la conducta negativa. "que
bien has hecho hoy los deberes, y no como ayer"
no sería un buen refuerzo, como tampoco lo sería "te has
comido muy bien los guisantes pero te has dejado
casi toda la coliflor" El momento en que reforzamos una
conducta debe referirse únicamente a esa conducta, y diferenciarse
claramente de la señalización de conductas inadecuadas, así, un
reforzamiento verbal adecuado sería "Muy bien, esta tarde
has estudiado bien, estoy contento" .
El refuerzo positivo
puede ser verbal, mediante muestras de cariño, como besos y/o
abrazos o mediante la autorización para realizar algún tipo de
actividad que se haya marcado previamente como refuerzo a su
conducta, por ejemplo, la posibilidad de salir al cine con los amigos
el sábado si termina adecuadamente sus tareas durante la semana.
Además el refuerzo de be producirse de manera coherente y adecuada a
la conducta y también en público, delante de otras personas.
c) Empleo del coste
de respuesta.
En ocasiones, además del
empleo de refuerzo positivo, es necesario también castigar la
ocurrencia de conductas inadecuadas, para ello, deberemos retirar al
menor ciertos estímulos positivos y agradables de los que disfrutaba
anteriormente siempre que realice una conducta inadecuada, como por
ejemplo, la retirada de la videoconsola durante un periodo
determinado de tiempo ante la ocurrencia de una conducta agresiva.
La retirada de estos
"privilegios" deberá ser acorde a la conducta realizada y
debe suponer la retirada de un reforzador que efectivamente sepamos
resulta agradable a nuestro hijo, no tiene sentido retirarle la
consola a un niño que muestra un comportamiento inadecuado si
resulta que apenas juega con ella cuando puede hacerlo.
d) Empleo de
consecuencias naturales y lógicas.
Debemos dejar que las
posible consecuencias negativas de los comportamientos inadecuados de
nuestros hijos tengan lugar, de manera que, si por ejemplo, no acuden
a comer a la hora establecida, pasarán hambre hasta la cena, y no
les prepararemos un tentempié. Del mismo modo, las consecuencias
deben ser lógicas y acordes al comportamiento inadecuado.
"El cambio en el
comportamiento y conductas de nuestros hijos pasa, en la mayor parte
de los casos, por que nosotros, como padres, cambiemos también el
modo de tratarlos"
Mirian Del Álamo
Ferrández
Trabajadora
Social.
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